EL
CASTILLO
En
el cerro contiguo a la población quedan restos de lo que
debió ser un pequeño castillo. Debió ser un
edificio de estrechos muros y planta rectangular, coronado de almenas
y colocado en uno de los ángulos de la antigua muralla.
Es, seguramente, de construcción posterior al torreón
de la iglesia, quizá de finales del S. XV. De él se
conserva parte de tres de sus paredones, rasgados de arriba a abajo.
El hallarse en uno de los ángulos de la antigua muralla ciclópea,
indica que ésta se conservaba todavía en estado regular
en la época de la reconquista, a la cual pertenece el castillo
por la forma de su construcción. De hecho hoy observamos
que por esta parte es por donde más restos encontramos de
ella y por donde alcanzan mayor altura.
Pese
a su lamentable estado de conservación, todavía mantiene
parte de su almenado y adarve. Es muy probable que contara con una
barrera exterior hoy desaparecida.
Ojalá no tengamos que decir lo mismo de los tres paredones
que forman los restos de este emblemático castillo que podemos
contemplar hoy en día y que presentan síntomas evidentes
del paso del tiempo y de la falta de atención que merece
este legado de los que fueron nuestros antepasados.
LA
MURALLA
Subsiste
un recinto amurallado de 3.077 metros de perímetro que se
conserva más o menos visible en diferentes porciones, sobre
todo en zona próximas al Castillo. Llaman la atención
los grandes trozos de muralla de tres metros y medio de espesor,
que aún conservan su cimiento.
También son llamativos los diferentes lienzos de más
de un metro y medio de altura sobre la superficie y a los que, al
parecer, debe su nombre el pueblo, ya en época de la ocupación
musulmana. En la actualidad se cree que la muralla permanece cubierta
de tierra, pero hay zonas donde todavía se puede contemplar.
LA
IGLESIA
La iglesia de San Pedro de Muro es un edificio de fábrica
románica, con cierto aspecto de fortaleza, dispuesto en nave
única de cañón apuntado dividida en seis tramos
por arcos fajones que voltean sobre pilastras y ábside rectangular.
La
portada, en donde se dan ya formas protogóticas, es abocinada,
con cinco arquivoltas, finas y lisas, excepto la más exterior,
que aparece exornada con hojas cuatrifolias con esquemas apiramidados,
a modo de cabezas de clavo, según fórmulas difundidas
por el protogótico durante el primer cuarto del siglo XIII.
Estas arquivoltas descargan sobre columnas acodilladas, con capiteles
de opulento follaje y fina labra, con vaciados de trépano
y labor de picado. Se trata de muestras florales estilizadas, puramente
ornamentales, que no se ajustan a formas específicas de hojas
naturales, por lo que quedan encuadradas dentro de lo que se viene
considerando como “flora generalizada”. Varias de estas
muestras, siguiendo esquemas creados por las corrientes cistercienses,
se estiran hacia arriba, inclinándose en la parte superior
en un movimiento de voluta, a manera de crochets.
En
otros capiteles, se insertan hojas palmeado-lobuladas, que vienen
a ser estilizaciones de palmeta, con los bordes repujados, inspirados
en obras de metalistería. Los ábacos poseen pronunciada
sección troncopiramidal y se ornan con rosas cuatripétalas
con botón central. Esta portada constituye el último
eslabón, después de San Juan de Duero, en el protogótico
soriano y nos señala fechas avanzadas dentro del siglo XIII.
Lo más notable de esta iglesia es que conserva en perfecto
estado la puerta originaria con sus auténticos herrajes románicos
con motivos de espirales de finales del siglo XII.
La
nave, hecha sin cimbra, descansa en cinco arcos ojivales y se halla
orientada de manera que su eje sigue la dirección de este
a oeste. Solamente se ven en el interior dos columnas adosadas a
los muros con toscos capiteles de tronco de cono invertido y que
sostienen el arco triunfal que da entrada al presbiterio. Tiene
22,10 metros de longitud, 6,75 de latitud y 9,30 de altura.
El altar mayor es de estilo churrigueresco con exceso de adorno
en fuerte contraste con la severidad de los arcos ojivales. Se doró
entre los años 1754 y 1755. También es del mismo estilo
el altar del Santo Cristo del Consuelo. Fue dorado en el año
1763 a la vez que se retocó la imagen que había sido
comprada en 1749. El de Santa Bárbara es del Renacimiento;
el de Nuestra Señora del Rosario de estilo barroco y el dedicado
a San Blas y San Roque de estilo corintio.
Las
imágenes son antiguas, bien ejecutadas y tienen bien decorados
los hábitos. Cabe destacar la del Santísimo Cristo
de la Agonía, la cual, aunque tiene algunos defectos en la
forma (rígidos cabellos, monstruosidad en la oreja izquierda
y poca naturalidad en pecho y vientre) está bien ejecutada
y parece verse a través de la carne los huesos descoyuntados
de los brazos y la tensión de los nervios y en el rostro
la expresión de una muerte resignada. Es una estatua que,
a pesar de sus defectos de forma, inspira una gran devoción.
Hay una capilla de estilo del renacimiento, del siglo XVI o XVII
y era antiguamente de patronato particular. Es de planta cuadrada
con una pequeña cúpula que descansa sobre cuatro arcos
torales y las correspondiente pechinas. La sacristía es baja
de techos y muy pequeña. Se hizo a finales del siglo XVIII.
EL
TORREÓN
La
construcción adosada a la iglesia se supone un torreón
de origen cristiano, con dos estancias con bóvedas de medio
punto y acceso por la iglesia. Se puede apreciar su planta rectangular
y su característica fábrica de mampostería,
muy modificada en sus esquinas y planos. En el hastial del ábside
y ligeramente descentrado se abre un vano artísticamente
trabajado con arco de medio punto, bajo el cual existió otro
hoy cegado, de una arquivolta plana sobre columnillas encapiteladas
(en la actualidad falta el fuste de la derecha). La cabecera de
la iglesia, cubierta por una bóveda apuntada, ocupa la parta
inferior del torreón. Sobre ella se asienta una estancia
de igual cubierta, iluminada a través del vano mencionado;
una ventana estrecha da paso a su interior desde las bóvedas
de la iglesia. Estos detalles nos llevan a deducir que nos encontramos
ante una nueva iglesia-fortaleza, levantada con posterioridad a
la conquista cristiana.
Esta edificación forma parte del conjunto de torreones del
noreste soriano que se pueden visitar en los diferentes itinerarios
recogidos en la guía Ruta de los Torreones.
LA FUENTE
Fuente romana de fenomenal aparejo donde en otros tiempos saciaron
su sed las civilizaciones celtíbera, romana, visigoda, musulmana
y finalmente cristiana. En la actualidad esta fuente está
situada a un kilómetro de distancia del pueblo, en un paraje
arbolado, donde en las fiestas de verano se realiza, año
tras año, uno de los principales actos populares: La comida
de peñas.
EL PUENTE
El
puente medieval está situado sobre la Acequia Madre, que
sirve como línea divisoria entre los términos de Muro
y Matalebreras. El puente pudo construirse entre los siglos XIII
y XIV, atendiendo a sus elementos más característicos.
Durante las tareas de restauración no se localizó
ninguna cimentación anterior, aunque pudiera haber existido
un primitivo puente romano ligado a una calzada secundaria de la
Vía 27 del Itinerario de Antonino que se dirige hacia El
Madero.
Tiene
dos bóvedas con arcos de medio punto y algún sillar
muestra marcas de cantero. El pavimento del tablero es empedrado,
apreciándose las huellas del paso de los carros. Los pretiles
(muretes para evitar las caídas) han sido reconstruidos ya
que sólo quedaban unas pequeñas muestras en el extremo
del puente. El relleno del interior se componía de piedras,
cascotes de calicanto y mortero desmenuzado. Posee un pilar central
rectangular del que sobresale, aguas arriba, un tajamar triangular
y, aguas abajo, un espolón cúbico. El primero protege
el pilar del choque de materias que descienden por el río.
El segundo lo protege de los remolinos creados por la corriente.
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